En el Pirineo, en primavera los aludes de fusión o nieve húmeda son los más frecuentes.
Aunque los aludes de placa se estima que provocan el 90% de las víctimas por alud, este tipo de alud es más habitual en invierno, mientras que en primavera conviene centrar la atención en los aludes de fusión o nieve húmeda.
Recordemos que todo esquiador/a de montaña debería ser experta/o en nivología y aludes. De estos conocimientos y de la adecuada toma de decisiones sobre el terreno puede depender su vida. Mucha información se adquiere prestando atención y con la experiencia: cuando salgas a la montaña en tus salidas invernales, no pierdas ninguna oportunidad de aprender y pon atención al color, la textura y el sonido de la nieve.
¿De qué vamos a hablar?
Aludes de fusión o nieve húmeda
En primavera, la orientación de la ladera es muy importante para esquiar una mejor nieve y para evitar los aludes de fusión o de nieve húmeda. Estos ocurren cuando el sol alto de primavera y el calor humedecen la nieve, aumentando su peso y predisponiéndola a deslizarse ladera abajo, especialmente en laderas de inclinación fuerte. Conviene, más que nunca, madrugar mucho.
En primavera avanzada, evitaremos las laderas este o madrugaremos para atravesarlas temprano, pues el sol en esas fechas sale muy del Este y las humedece muy pronto. Las oeste (SW, W y NW), sin embargo, permitirán un descenso más tardío en primavera, incluso tras el mediodía, con una nieve que todavía aguantará bien.
Un lugar donde podemos favorecer que coincidan en el tiempo y el lugar un alud espontáneo de fusión o de nieve húmeda es recorriendo un corredor largo o una canal en un día de calor. Deberemos evitarlos tras grandes nevadas o en días de aumento de temperaturas o lluvia. Las cornisas situadas en la salida del corredor son como esponjas y podrán caer al humedecerse al sol.
Como el esquiador/a asciende durante horas por la misma trayectoria del alud, estaremos todo ese largo tiempo con exposición en la zona por donde una colada barrería el corredor. Fue la causa de dos víctimas por alud en el Pirineo durante la primavera de 2013, en la sierra de Cadí del Pirineo catalán. Evitar corredores tras grandes nevadas o en días de calor o lluvias.
El trabajo de la lluvia sobre la nieve
La lluvia también produce, y de forma casi instantánea, aludes de nieve húmeda. Percola y rompe los anclajes de la nieve, haciéndola aumentar de peso y lanzándola ladera abajo. Durante las lluvias el riesgo de aludes aumenta de forma rápida. Tras retirarse las lluvias, la primera noche estrellada helará toda esa nieve fundida, estabilizándola por completo. Así, si sabemos la cota hasta la que ha llovido, sabremos que por debajo de dicha altura el manto estará completamente estabilizado los días posteriores, mientras que por encima de la cota de nieve persistirán las placas de viento de esa última nevada. Ese manto estabilizado tras la lluvia suele presentar un aspecto acanalado, como con olas, sinónimo de un manto libre de tensiones, muy estable.
Rehielo nocturno
La nieve transformada y humedecida durante el día (por el calor en las laderas al sol o por la lluvia en todas las orientaciones) se helará durante las noches estrelladas, estabilizándose para la mañana siguiente. Pero si la noche ha sido nublada, el colchón de nubes rebotará el calor a la tierra e impedirá el rehielo de las laderas humedecidas el día anterior. Así pues, tras una noche de mucha cobertura nubosa, la nieve amanecerá húmeda, pesada y más proclive a desencadenar aludes de nieve húmeda.
En dichas circunstancias, los aludes de fusión podrán caer de forma espontánea en pendientes de 40 a 45º, que deberemos evitar. Nuestras sobrecargas podrán lanzar ladera abajo aludes de nieve húmeda en pendientes que sobrepasen los 35º. Por lo tanto, esos días deberemos evitar las pendientes fuertes, movernos en laderas de inclinación suave o moderada y esperar a un mejor rehielo para atacar pendientes fuertes.
Síntesis final
El sol es el principal transformador de la nieve recién caída. Es débil en invierno y aumenta en fuerza conforme avanza la temporada. En primavera el manto se estabiliza rápidamente tras una nevada, pues el sol alto de abril-mayo funde la nieve en muchas orientaciones y las noches estrelladas forman continuos ciclos de fusión-rehielo.
Durante el invierno la estabilización es mucho más lenta y serán las laderas sur las que antes se estabilizarán. En pleno invierno, serán precisamente las laderas sur más inclinadas (30-40º), las que más se estabilizarán, al estar bien encaradas al sol bajo de invierno.
Justo el grado de inclinación más peligroso para aludes en las laderas umbrías es el que mejor estabiliza las laderas bien encaradas al sol en invierno.
Recordar los tres ángeles de la muerte: Riesgo 3 + ladera norte + 30º. Evitar esa combinación, especialmente en invierno.
Si quieres saber sobre aludes de placa sigue leyendo aquí.
Montaña Segura agradece a Jorge García-Dihinx, autor del blog de La Meteo que Viene y de los libros Rutas con Esquís / Pirineo Aragonés los textos y fotografías de esta entrada.