De poco sirve planificar bien una ruta y equiparse correctamente si después no sabemos actuar con prudencia en esquí de montaña. Esto es algo que también sirve para el resto de actividades en el medio natural.
Durante la ruta, la persona que guía, la más experta o la que ha diseñado la ruta, debería controlar que todo va conforme a lo previsto. Observar a cada participante, apreciando los primeros signos de cansancio o de desánimo en los/las más noveles o con menos experiencia. “Pensar en el grupo” es ir hablando entre todos y todas, dialogando y observando. La falta de comunicación puede hacernos ver los problemas demasiado tarde.
¿De qué vamos a hablar?
Ritmo de progresión
Preferentemente, la persona líder iniciará la excursión con un ritmo de ascenso suave. Esto ayudará al grupo a sentirse cómodo e ir entrando poco a poco en calor.
Estaremos utilizando las grasas como elemento de energía y guardando el glucógeno hepático y muscular para cuando necesitemos más intensidad. El ritmo suave inicial aumentará la confianza de cada persona y crecerá así la fuerza global del grupo. Luego podremos ir aumentando el ritmo según cómo evolucione el día. Muchas personas se han dado la vuelta al poco de salir, agotadas y desmoralizadas, por seguir a la persona que va en cabeza con un ritmo demasiado rápido.
La moral del grupo es muy importante, especialmente en las personas más débiles física o técnicamente. Piensa en el grupo.
Traza de forma suave, mima a tus compañeros/as
Conviene trazar las zetas de forma suave, con no mucha pendiente, para no cansar al grupo. Una huella tan agresiva que no sirva al grupo es indeseable en montaña.
Trazaremos lazadas largas, amplias, haciendo el mínimo número de vueltas-maría que sean necesarias. Cada vuelta-maría cansa, especialmente a las personas más débiles y con menos técnica en las conversiones.
Foquear por fondo de valle
Siempre que podamos, progresaremos en subida por fondo de valle, en vez de hacer largas medias laderas. Estas cansan más al grupo y además están más expuestas a aludes de placa.
Algunas veces, para alcanzar el cómodo fondo de valle, hará falta dejarse caer y perder algo de altura. Perder altura es algo que desagrada muchísimo a principiantes. Por evitar perder unos pocos metros hay quienes se embarcan en una larga travesía, más penosa. Al descender ganamos la distancia con rapidez. Aprovecha esa ventaja, disfrútala. Luego ya iremos ganando la altura. Con el tiempo, nos saldrá natural progresar por fondo de valle.
Adelantarse a los peligros
El o la líder del grupo o que abre huella es el que primero notará un cambio de nieve o de pendiente y deberá alertar al grupo con tiempo, aconsejando poner cuchillas (y casco) o pasar a crampones. No hay que esperar a estar en un terreno demasiado inclinado para realizar dicha transición.
De nuevo, la comunicación es muy importante. Sé generoso/a con los y las participantes. Infórmales, facilítales pistas para progresar de forma más segura. Piensa que el accidente de una persona afectará a todo el grupo.
Cuándo esquiar o no una ladera
No deberíamos esquiar una ladera de nieve muy dura si esta está expuesta a un cortado, aunque la ladera sea de poca inclinación, incluso, aunque la hayamos foqueado previamente con esquís y cuchillas. Tu nivel de esquí puede ser excelente, pero el material también puede fallar. Ten en cuenta que cuando una persona con buen nivel de esquí decide esquiar dicha ladera de nieve muy dura, sin quererlo, está animando al resto a imitarle. Con ello se aumenta el riesgo de una caída fatal de alguno de los miembros del grupo. Es perfectamente aceptable e inteligente bajar con crampones hasta una zona segura, sin exposición. Fanfarronear de que hemos esquiado “desde la misma cima” cuando no eran buenas las condiciones, es demostrar lo que nos falta por aprender.
Opta por el plan B que has preparado si algo no va como tenías previsto
Durante la planificación habrás preparado una ruta alternativa más sencilla. En caso de mal tiempo, poca visibilidad, fatiga o progresión excesivamente lenta del grupo, será el momento de valorar si debes optar por ella o incluso si debes darte la vuelta y volver otro día. Adaptarse a las condiciones: eso es actuar con prudencia en esquí de montaña.
Ser flexible
El plan más perfecto será seguramente el peor plan final. En la montaña hay que ir tomando continuas decisiones sobre el terreno. No te obceques con tu plan inicial si las condiciones sobre el terreno no son las que habías previsto.
Las personas tienen, a veces, dificultad para cambiar un plan preconcebido en casa. Somos tozudos/as y arrogantes con cierta frecuencia. Cada cual debe admitir a veces su error y volver a evaluar sus opciones. Deberemos asegurarnos de que las decisiones que estamos tomando se basan en la realidad actual y no en nuestras expectativas previas.
Con el tiempo y la experiencia es posible desarrollar un profundo sentido del peligro y poder tomar decisiones de manera intuitiva. Siempre hay algo que aprender en un día en la montaña.
Montaña Segura agradece a Jorge García-Dihinx, autor del blog de La Meteo que Viene y de los libros Rutas con Esquís / Pirineo Aragonés textos y fotografías de esta entrada.